viernes, 4 de octubre de 2013

LAS CARPAS

Telas mustias que al pasar
disimulan desamparo
y que ponen su reparo
para el que quiere mirar.


Brotan en cualquier lugar
hechas con lo que sea
y si he nombrado una tela
no descarten material.


Pueden ser algunas tablas
un tambor desvencijado
calaminas, enlatados
cartones, restos de casas.


Son las costras de heridas
de las llamadas ciudades
pero no hay hospitales
para arreglar esas vidas.


Allí el ser humano prueba
porqué es el lobo del hombre
ignorando cualquier nombre
a quien la miseria aprieta.


Llegan hasta estas barriadas
de vez en cuando, un policía
un pastor que se engreía
de las prédicas espetadas.


Y damas engalanadas
en tren de obra social
testigos de Jehová,
con cruces muy decoradas.


No ha faltado el senador,
con afanes populistas
o el falso izquierdista
y antropólogo fisgón.


Pero todos son ajenos
a las carpas miserables
a ese vivir de balde
sin esperanza ni sueños.


Allí se graduó el ladrón
la puta empezó el negocio
dolor y hambre fueron socios
la muerte puso el cajón.

  
Cuando el sol se pone y pinta
de mentiroso color
allí no para el dolor
ni se respeta la vida.


En Brasil son las favelas
en Argentina las Villas
es la pobreza que grita
en Bolivia las laderas.


Un río de agua mugrienta
sirve para que dos pequeños
con barco de papel y ensueño
a la miseria le mientan.


Sin saber que para ellos
el futuro ya no existe
la esperanza, un mal chiste
y esto no tiene remedio.



Pues ser paria sólo ha sido
maldición para unos cuantos,
lacra que causa espanto
y mejor si está en olvido.

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